A los padres nos duele ver a nuestros hijos tristes, por lo
que generalmente tratamos de tapar ese sentimiento diciéndoles que no lloren, o
distraerlos con otra cosa comprándoles algo que a ellos les gusta o también
solemos restarle importancia al motivo de su tristeza haciéndoles sentir que no
es tan grave lo que les pasa o incluso a veces hasta nos enojamos con ellos al
verlos tristes o llorando.
Sin embargo creemos que justamente se trata de todo lo
contrario, de respetar y darle lugar a esa tristeza aunque para nosotros el
motivo que la haya causado sea insignificante.
Una forma de ayudarlos es guiarlos a que puedan ponerle
palabras a lo que les pasa para que así verbalicen lo que sienten,
acompañarlos, contenerlos y hasta también porque no respetar, si lo que piden,
su momento de querer estar solos (muy común en la adolescencia) y así estaremos
con ellos también en el silencio.
Explicarles que todos podemos en algún momento sentirnos
tristes, enojados, angustiados y que hay cosas en la vida que a veces nos generan
ese tipo de sentimientos, pero que siempre ahí estaremos para acompañarlos. De
esta manera estaremos naturalizando dichas sensaciones y ayudando a expresarlas
sin necesidad de reprimirlas ni ocultarlas.
Hay ciertos cambios de conducta que como padres podemos
estar atentos para deducir si nuestros hijos pudieran estar tristes, como ser: cambios
abruptos de humor, apatía, falta de apetito,
negarse a hacer actividades que generalmente le gustan o estar callados cuando
en general suelen hablar mucho.
En conclusión, aunque nos cueste atravesar los estados de
tristeza de nuestros hijos hay que estar ahí para acompañarlos a transitar ese
momento sin evadirlo ni negarlo. Es difícil pero se puede; y si lo logramos los
estaremos ayudando, y mucho!
No hay comentarios:
Publicar un comentario